viernes, 14 de noviembre de 2008

El Carmelo... escuela de santidad


El Carmelo ha aportado a la Iglesia un acervo riquísimo de doctrina espiritual, pero seria muy poca cosa si esta sublime doctrina carmelitana no la hubiera confirmado con la santidad de su vida, es decir, la de sus hijos.
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A finales del siglo XV, un sabio benedictino, el célebre humanista, abad Juan Tritemio (+1516), escribió una obrita laudatoria del Carmelo, con la noble intención de que tanto la juventud carmelitana como los detractores de la Orden, conocieran la cantidad y calidad de varones ilustres que ha dado el Carmelo a la Iglesia: aquéllos para que los imitasen, y éstos para hacerles callar, al conocer que el Carmelo era escuela de ciencia y virtud.
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En ella hacía esta hiperbólica afirmación: "Si hay quien pueda contar las estrellas del firmamento, ése podría contar los santos del Carmelo".
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Esta exagerada afirmación no lo será tanto si tenemos presente, que no sólo los religiosos, monjas, religiosas de las dos Ramas carmelitanas son miembros del Carmelo, sino cuantos seglares de una u otra forma viven de su espíritu y visten su Escapulario.
La gran doctora Santa Teresa dirá que la más santa será "quien con más mortificación y humildad y limpieza de conciencia sirva a Nuestro Señor".
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Dos meses antes de morir, santa Teresa del Niño Jesús nos dará una clara y tajante lección al decirnos: "Noreside en esta o aquella práctica, sino que consisíte en una disposición del corazón, que nos hace humildes y pequeñitos en los brazos de Dios, conscientes de nuestra debilidad y confiados, hasta la audacia, en su bondad de Padre".
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Este caminito espiritual de simplicidad y confianza sin limites en la bondad del Padre Celestial lo vivieron todos los santos del Carmelo.

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